A mediados del siglo XIX, con el auge del caucho, la necesidad de poblar la selva amazónica se hizo más y más importante. Se firmó un contrato entre el gobierno peruano y un barón alemán: a cambio de tierras y facilidades prácticas una vez allí, varias docenas de familias tomarían el camino hacia el Nuevo Mundo, para huir de las dificultades económicas de la época en Europa. La primera colonia se estableció en 1859 en Pozuzo, en el Amazonas central.
Hoy en día, los descendientes de estas familias todavía viven en ciertas regiones. En los pueblos construidos según las técnicas y el estilo arquitectónico típicamente germano-austríaco, estos hombres altos y rubios de ojos azules han mantenido sus tradiciones (especialmente las culinarias, sobre todo los quesos alpinos): vestimenta, bailes, fiestas tradicionales (fechas, motivos, eventos), e incluso un dialecto tirolés que siguen hablando. Sin embargo, en ciertos aspectos, estas costumbres se han mezclado con el tiempo con las costumbres locales. Con los materiales disponibles, estos asentamientos han reproducido las artesanías de su país. Hoy en día, viven principalmente de la agricultura, la artesanía y el turismo, una curiosidad en medio de la campiña indígena de Perú.