A 22 km de Cusco, en la carretera a Puno, este sitio arqueológico es realmente sorprendente. Se han instalado numerosas terrazas, unidas entre sí por rudimentarios escalones, y el agua fluye en conductos ingeniosamente organizados para reducir la velocidad del flujo y para que las plantas de las terrazas la aprovechen. En esta especie de anfiteatro protegido, los incas habían logrado reproducir ecosistemas muy diferentes en cada piso, con las piedras almacenando el calor del sol durante el día y liberándolo durante la noche, reproduciendo así el clima de la selva amazónica, por ejemplo. Más allá de las terrazas, se han descubierto los restos de un almacén de productos agrícolas, un templo y toda una red de acueductos.