Arequipa tiene, como todas las demás ciudades peruanas, una magnífica plaza central. Está hecha completamente de la piedra blanca con la que se ha construido buena parte de la ciudad, el sillar: por eso se la llama la Ciudad Blanca. Alrededor, las arcadas que sobresalen de los balcones con columnas de madera tallada, albergan cafés elegantes. En la plaza, las palmeras son el hábitat natural de muchas palomas, y en el centro, una fuente metálica pintada de verde. En este relajante y refrescante escenario, la vista del Misti es impresionante.