Los colonos españoles construyeron este gigantesco edificio en 1559 sobre los restos del palacio del Inca Wiracocha, el último emperador inca, como signo de la dominación pura y simple de la nueva civilización sobre la antigua. Desde lo alto de sus escalones, elevados, la catedral de Cusco y sus dos torres parecen tronar sobre la Plaza de Armas. En realidad, son tres iglesias yuxtapuestas: la catedral misma, la Iglesia del Triunfo y la Iglesia de Jesús María. El interior está sobrecargado de detalles, pequeñas capillas adyacentes, oro y plata, esculturas (algunas de artistas famosos), pinturas (¡más de 400!), muy representativas de la escuela cusqueña... Pero el sincretismo es omnipresente, con esta incesante mezcla de símbolos andinos con signos de la religión católica clásica. Durante las fiestas religiosas, la catedral se viste con sus ropas festivas, y le da una cierta ligereza a este edificio que de otra manera estaría cargado de historia y detalles. Para la pequeña historia, se dice que un túnel conectaría la catedral con el sitio de Sacsayhuaman...